Sabe que el final está cerca. Lo que no sabe es si ese final será un principio o un nuevo final en la historia de nunca acabar. Lleva así mucho tiempo, más incluso del que cabe en su consciencia, y en su inconsciencia, en la de él, que actúa inconscientemente sin saber qué debe hacer.
Y ambos notan que se les acaba el tiempo, que deben aprender. Y tienen que elegir qué lección van a estudiar. Si la que les enseña a amarse o la que les enseñará a echarse de menos. Pero nunca se sabe que elección va a ser más difícil.
Ella ya ha elegido. Él tiene miedo, como siempre, como todos, como ella.
Se miran, se sonríen y se separan. Sin más.
Y una noche más, la misma cama, el mismo vacío, el mismo recuerdo. Y los dos piensan qué pasaría si por una vez se atrevieran a hacer las cosas bien, les gustaría ser felices, por probar, para ver qué es lo que se siente. Y averiguar qué pasa cuando dejas de dar puñetazos a tu mundo, y dejas que te acaricie...
Y esa noche te acaricia pero brevemente, un minuto, apenas un segundo, pero quizá el tiempo suficiente...
Y sueña... pero nunca dirá lo que soñó.
Yo tampoco lo diré.
No voy a contar lo principal...